Exaudi nos Domine

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Cor Iesu Sacratisimum Miserere nobis

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Predicador de la Navidad del Señor...

Hoy la Iglesia celebra al Papa San León Magno, alma del Concilio de Calcedonia (451), defensor de Roma frente a los bárbaros, predicador y forjador de la liturgia romana. Este "león" de Dios ,no obstante su fortaleza y vigor moral y apostólico, vivía arrobado por la ternura del Dios hecho Niño. A él le debemos las homilías más hermosas de la Natividad del Señor, a él le debemos ese responsorio bellísimo de las Maitines de Navidad: "Hoy los cielos se han vuelto melifluos y destilaron miel por todo el orbe, porque ha nacido la Vida y la Paz"... En la plática de la Misa de hoy cite este bello sermón de Epifanía muy poco conocido que ahora lo transcribo. Pidamos al Papa León que en Calcedonia fué "la Boca de Pedro" confesando a Jesús, verdadero Dios y hombre verdadero, que nos de la gracia de hacernos como Jesús, pequeños y humildes, ya que Él para salvarnos se ha abajado hasta nosotros.

"Los corazones ven aparecer en una sola y misma persona la humildad propia de la humanidad y la majestad divina. 
Los cielos y los ejércitos celestiales llaman su Creador al que, recién nacido, se encuentra en una cuna. Este Niño de cuerpo pequeño es el Señor y el Rector del mundo. Aquél a quien ningún límite puede encerrar, se contiene todo entero sobre las rodillas de su Madre. Mas en esto está la curación de nuestras heridas y la elevación de nuestra postración...
Cuando los tres magos fueron conducidos por el resplandor de la estrella para venir a adorar a Jesús, ellos no lo vieron expulsando demonios, resucitando a los muertos, dando la vista a los ciegos, curando a lo cojos, dando la facultad de hablar a los mudos, o en cualquier otro acto que revelara su poder divino; sino que vieron a un Niño que guardaba silencio, tranquilo, confiado a los cuidados de su Madre. No aparecía en El ningún signo de su poder; mas le ofreció la vista de un gran espectáculo de este santo Niño, el Hijo de Dios, presentaba a sus miradas una enseñanza que más tarde debía ser proclamada; y lo que no profería aún el sonido de su voz, el simple hecho de verle hacía ya que Él lo enseñara.
Toda la victoria del Salvador ha comenzado por la humildad y ha sido consumada en la humildad. La práctica de la sabiduría cristiana no consiste ni en la abundancia de palabras, ni en la habilidad para discutir, ni en el apetito de alabanza y de gloria, sino en la sincera y voluntaria humildad, que el Señor Jesucristo ha escogido y enseñado como verdadera fuerza desde el seno de su Madre hasta el suplicio de la Cruz.
Cristo ama la infancia, que Él mismo ha vivido al principio en su alma y en su cuerpo. Cristo ama la infancia, maestra de humildad, regla de inocencia, maestra de dulzura...A los que eleva al Reino los atrae a su propio ejemplo." (Sermón 7 en la Epifanía del Señor) 




 

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